Mucha gente suele
preguntarnos que como logramos compaginar la carrera deportiva con la
académica. Es fácil: el deporte pasa de ser una simple afición —como cuando
comenzábamos a practicarlo por primera vez— para convertirse en una forma de
vida, en nuestra rutina.
En mi opinión, hoy en día
no me imagino sin el deporte en mi día a día. Con esto quiero decir que, al
igual que nos han enseñado que, a cierta edad, tenemos que ir al colegio,
posteriormente al instituto y, si procede, a la universidad (o cualquier otro
tipo de estudios superiores), el deporte para nosotros es algo como eso. Es
como ir a clase. Son nuestros deberes diarios. Todavía hay quienes no entienden
que pasa a ser una obligación —y aquí surge controversia con la palabra obligación—, ya que no podemos faltar a
él, porque es como faltar a nuestro trabajo —de hecho, es nuestro trabajo, o pasará a serlo en un futuro—. Por tanto, no
cabe lugar a discusión cuando nos negamos a cualquier plan por tener que entrenar.
Una vez sabido esto, ¿es
tan complicado como dicen o tan sencillo como lo hacemos parecer el compaginar
dos vidas muy diferentes? —He de decir que todo esto es una opinión personal,
ya que, como todo en la vida, habrá opiniones de diferentes tipos y dependiendo
de diversas circunstancias—. Recordaré una anécdota que le contaba a alguien
hace no mucho: recuerdo que me preguntaba que si era difícil llevar la carrera
de Medicina y entrenar a la vez. Yo le respondía que, dependiendo de en qué
época me preguntara, podía variar la respuesta. A continuación se lo aclaraba: “si me preguntas en época de exámenes, te
diré que no se puede, que tendría que haberme elegido menos asignaturas, que un
día me voy a volver loca y que jamás se te ocurra elegir Medicina si haces
deporte o hacer deporte si estudias Medicina; en cambio, si me preguntas después
de los exámenes de Septiembre, te diré que voy a cogerme todas las asignaturas
porque tampoco es para tanto, que se puede llevar ambas cosas perfectamente”.
Tiene su gracia porque lo que le decía a esta persona es cierto. Ahora mismo
estoy escribiendo esto ya un par de semanas después de acabar exámenes, y,
afortunadamente, habiendo llevado un buen cuatrimestre. Por tanto, puedo pintar
las cosas más bonitas de lo que son. Pero aun así, hablaré desde el punto más
neutro que me sea posible.
No es ni tan complicado como dicen ni tan sencillo como lo hacemos
parecer. Quiero decir, el hecho de dedicarle una gran parte del día a entrenar
hace que no podamos dedicarle el tiempo necesario a las diferentes tareas que
se deben realizar en la universidad, como es lógico. Pondré el ejemplo
totalmente contrario para que podáis entendernos: el hecho de dedicarle la
mayor parte del día a tareas de la universidad (como ir a clase, pasar apuntes
a limpio, hacer trabajos, estudiar, etc.) hace que no puedas dedicarle el
tiempo necesario o que te gustaría a hacer deporte. Así suena diferente,
¿verdad?
Nosotros estamos
habituados a entrenar muchas veces mañana y tarde. Por lo que no nos es posible
acudir a clase con la misma frecuencia que lo haríamos si no tuviéramos que
doblar. Y no sólo eso, sino que la vida del deportista no sólo es entrenar,
sino también descansar. Parece una tontería —o puede parecerlo si no lo
terminas de comprender— pero el descanso es un entrenamiento más. Por tanto, en
época de exámenes no podemos no debemos acostarnos tarde estudiando, ya
que si no, al día siguiente, puede afectarnos al entrenamiento que tengamos y
podemos comenzar un enfermizo círculo vicioso. Entonces, nuestras horas de
estudio se ven reducidas, en parte por las horas que estamos entrenando y por
las que debemos estar descansando.
A todo este sumando de
circunstancias en nuestra contra, hay que añadirle los días que estamos fuera
por competiciones, concentraciones u otros. Seguro que me equivoco poco si digo
que todos los deportistas nos hemos llevado a competiciones o concentraciones
los libros o apuntes para estudiar. Y
seguro que también me equivoco poco si digo que la mayoría de las veces no hemos
estudiado ni el 50% de lo que teníamos pensado —si es que hemos llegado a abrir
los libros o apuntes—. No porque no hayamos querido (que muchas veces también
es por eso, aunque no queramos reconocerlo), sino porque realmente no hemos podido. Como es lógico, en el
caso de concentraciones de varios días, nos hemos desplazado a otro lugar para
entrenar en un ambiente más deportivo, que nos favorezca de un modo u otro. Por
tanto, nuestro tiempo libre se ve reducido ya que en este tipo de
concentraciones solemos cambiar nuestro hábito de entrenamiento para aumentar
un poco más el tiempo dedicado al entreno. Resumo: pasamos más tiempo
entrenando o doblamos más días de lo que lo hacemos habitualmente. Es decir, si
antes teníamos poco tiempo, en esta situación tenemos todavía menos. O, se da
el caso de que al estar en otro ambiente totalmente diferente al que estamos
acostumbrados, no logramos ese clima de concentración (hablo de concentración a
la hora de estudiar) para rendir con los apuntes. Esto último es lo que suele pasarme
a mí.
En el caso de las
competiciones, yo, por ejemplo, ya he desistido en llevarme los apuntes para
estudiar, esté o no en época de exámenes (más
que nada porque hace tres años mis apuntes de Fisiología se pasearon
divinamente por Eslovaquia). Esto es porque la mayoría de competiciones,
suelen ser fines de semana (yéndonos por lo general el día antes de la
competición y volviendo el mismo día) y, por lo general, en el momento del
viaje de ida o vuelta se hace difícil estudiar y estando donde se va a competir
posteriormente no tenemos tiempo, como el que dice. Además de que estamos en
una situación de tensión y buscamos la concentración máxima hacia nuestro
objetivo deportivo, evitando así cualquier tipo de distracción.
Así que, no es tan sencillo como lo hacemos parecer,
pero tampoco es tan difícil como dicen. Todo se trata del hábito del estudiante.
De tu propio hábito y fuerza de voluntad. Depende también de la persona, ya que
cada persona es un mundo y no todo el mundo tiene la misma capacidad de
sufrimiento. Con esto quiero decir que, al igual que nos esforzamos en el
deporte por conseguir poco a poco nuestros objetivos, también lo hacemos en el
caso de los estudios. Quizá con menos presión. Por tanto, como bien está
demostrado en los tantísimos estudios que se han realizado, el deporte tiene un
efecto positivo a la hora de ponernos a estudiar. El deporte nos ha creado unos
valores y cierto tipo de madurez a la hora de hacer frente a determinadas
responsabilidades. Nos ayuda a organizarnos con el poco tiempo libre que nos
queda y hace que tengamos la mente
despejada cuando estudiamos. Es una fuente liberadora de estrés —como bien
es sabido por todos— y hace que aumentemos el rendimiento de nuestras horas de
estudio. Es decir, tenemos poco tiempo
para estudiar pero solemos aprovecharlo mejor que si tuviéramos mucho más
tiempo.
Esto último lo he
comprobado en mi propia piel (sobre todo en verano cuando tenía que estudiar
para exámenes cuya convocatoria era en septiembre), ya que en agosto
generalmente suelo estar de vacaciones deportivas y no tengo que entrenar. Así,
tenía muchísimo más tiempo libre, pudiendo estudiar mañana, tarde y noche. Pero
recuerdo que los primeros días que había decidido ponerme a estudiar apenas me
concentraba y podía perder fácilmente todo el día casi no habiendo estudiado
nada. ¿Por qué? Porque comenzaba por la mañana pensando que tenía todo el día,
que qué más daba si perdía toda la mañana en un tema, si tenía toda la tarde y
toda la noche para seguir estudiando. O qué
más da, si aún me quedan 3 semanas
para el examen. Por eso, cuando apenas tenemos un par de horas libres al
día para estudiar, no hay tiempo de pensar: es sentarse y estudiar. Lo que se
pueda, claro está.
Al fin y al cabo,
acabamos aplicando a los estudios lo mismo que aplicamos al deporte: sacrificio y constancia. Aunque, sobre todo, lo que más se necesita es voluntad
y ganas de conseguirlo.
Desde aquí, animo a todo
el mundo a continuar en el mundo deportivo aun sumergidos en carreras académicas
absorbentes o difíciles. Lo principal
es no tener prisa y, sobre todo, nunca
perder de vista el objetivo.
Espero con esta entrada (sorprendentemente
llena de inspiración) haberos acercado un poquito más a acariciar vuestros
sueños y haceros comprender que todo es cuestión de querer —¡al final lo de querer es poder no va a ser un dicho tan
típico!—